SEGUNDA EDICION (Agotado)

viernes, 9 de marzo de 2018

El cuento de Cantalapiedra (Cosas que pasan)

Introdución.- Aquel día en aquel momento con parte de personajes  ficticios proporcional a dibujo en la situación real y situaciones que derivan en un mar de realidad en las actualidades. Con repeticiones y frecuencia, tanto o más, cuando menos en el haber de la postura, conducta y razonamiento.
Ocurrió en plena calle a plena luz del día. El Tuercas perdió las llaves del coche, y la codificada se deslizó por un agujero en base de bolsillo descosido, ya suelta, calló en el asfalto de un viernes por la tarde.
Así comenzó todo y el argumento de este cuento, cuyo final terminó en un encuentro vecinal de dimensiónes considerables. La reunión no ordinaria, sino más bien puntual, bien despachada y agravada en los hechos de aquel día con resultado: de una vuelta a paso de rosca más, métrica decimal, después del haber en un largo y complaciente fin de semana.
El tuercas apareció un lunes, calle arriba, peinado pero le estaban esperando para darle la despeinada. La bienvenida precisa y no para darle la llave perdida.
Una pareja de municipales, el matrimonio Matapalabras,  la calle al completo asomando por puertas y ventanas, la mujer del balcón electrificado, había otros con gentío de calma.
Como así también, le esperaba el mismo coche del Tuercas que no viajó casualmente aquel viernes de fin de semana, y en la ausencia  robaron el coche con la llave extraviada y lo desaparcaron, apareciendo un lunes aparcado en la salida de un garaje. En la puerta del garage de Matapalabra. 
El cuento  increíble para razonablemente creyente, a no ser otra la causa que fue, bien distinta.
Tenía que ser de aquella forma y manera, no podía ser otra la situación: la jugada a tres o cuatro bandas, al menos, el paso del Tuercas y una vez en el juzgado de lo oído en la puerta del garaje de Matapalabra, donde la sentencia se alzaba con voz tremenda y acusaban al Tuercas de haber dejado allí el coche, borracho y taponando su puerta.
Inventándose hasta el motivo, díjole %por mo de una viva borrachera%.
No importaba, nada, el capó estaba rallado y triturado, los surcos que cruzaban la chapa y pintura de arriba abajo, de lado a lado, solo le faltaba sangrar los líquidos pero no eran rojos tal como presentaba el   capó y las puertas.
Atrás quedó el auto con su atractivo chasis, un viernes debidamente aparcado en perfecto estado, distinto a aquel día encontrado.
Made in retrato, tiempo tuvieron, todo el fin de semana para rayarlo.
El tuercas a la escena, se fue un viernes, asomaba un lunes, nada más entrar por la calle cuesta larga, donde se divisaba su coche completamenre abollado.
Cerca de horno, al calor del bollo del antepasado panadero, justo al lado.
Aquella criatura no paraba sin cesar abroncando al Tuercas, y la escena la contemplaba la autoridad con la templanza de aquel municipal jefe de la pareja de guardias.
Si señor, lo que pasó fue que un tío, o varios, cogió la llave del suelo, se llevó el coche para ir a comprar a Alcalá, mientras el propietario, según Matapalabras, por ahí de borrachera, bocinaba serio como un serial, todo bien puesto, en su papel de pretérito perfecto. 
Trajeron el vehículo de 'Alcalá  meco'  y sin ningún horario, a saber, dejándolo en aquella puerta fatídica, desaparcado y con el chásis bien arrollado . (A saber de los mecos, si fue después del aterrizaje defenesteado )
Mientras, en la absurdopirómana situación, iba tomando límite el hartazgo del Tuercas, ante la bronca, más la borrachera que le endiñaba en expreso y vivo vocabulario  Marquesino Figuras Matapalabras.
Reaccionando y respingando, contó la versión: antes Charlotte, los municipales y los presentes.
  Miren ustedes, perdí  la llave el viernes por la tarde, hasta hoy lunes no supe nada de nada, de quién cómo y quienes pudo haber puesto el coche ahí en su misma puerta mal aparcado. Estuve fuera de la población, de nada debía de enterarme.
El casado de Matapalabra no se lo creyó, no se creía nada, lo que el tuercas contaba. Aunque la situación se daba a vueltas de tuerca, en un zig zag y golpe de mente el Tuercas, hasta la corcha, le endiñó cruento vocabulario a Matapalabras.
((Borracho tu Carapapa. !Carapapo!. Tú si que estarías borracho)).
Aquel humano con testigos arropado, se le cambió el color de  cara, de la orbita ocular y la duraparé en el rostro blanquecináceo, a cal a canto pues nunca jamás, nadie le habían dicho aquello que le sonaba a cruento palabro en aquel pasaje bárbaro.
  Y colorín colorado, intervinieron que en la gloria esté, aquel municipal con autoridad y templanza en el conflicto de Matapalabras y el Tuercas. Unas llaves extraviadas, unos chorizos que robaron y no estaban, el asunto en manos y boca de vecinos investigando, la resiliencia, un móvil en modo avión, un humano cabreado, la razón sin serla, los que creyeron al Tuercas, los que no creyeron, los que siguen la creencia al por mejor para ellos,
un coche comprado con sudor y malparado por malicioso humano, el borrico patoso dispuesto hacer partes falsos en el buscador de la dama cuántica. La repetición de los espejos siniestrados de Porfidio, aquel día y los otros varios, con cara de no romper plato de fígaro respetado en aquel cuento, cruento y equivocado, que llegó hasta el seguimiento consentido pero conveniente, por supuesto, de Caramazo el de Cantalapiedra, mientras, en Cantarranas pululaba el ciudadano parteado, el de los partes a la dama cuántica .
Conclusión, hasta la corcha, de lo que dijeron, de lo que se dijo, del paso de Tuercas con el coche que se lo pusieron medio siniestro. ! Y No iba borracho!.

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